21.08.2010, 13:20
Sócrates
¡Ay del mortal que la virtud adora!
¿Qué le valiera a Sócrates divino,
postrado ante sus aras de contino,
consagrarla su vida bienhechora?
Vanamente el filósofo atesora
vasto caudal de ciencia peregrino;
que el ateniense, de poseerle indino,
su gloria condenándole desdora.
En venenosa envidia el pecho ardiendo,
le acusa de impiedad el cruel Melito
su crimen con tal máscara vistiendo:
Tan torpe imputación sostiene Anito;
fallan los jueces... y a su fallo horrendo
sucumbe la virtud, triunfa el delito.
¡Ay del mortal que la virtud adora!
¿Qué le valiera a Sócrates divino,
postrado ante sus aras de contino,
consagrarla su vida bienhechora?
Vanamente el filósofo atesora
vasto caudal de ciencia peregrino;
que el ateniense, de poseerle indino,
su gloria condenándole desdora.
En venenosa envidia el pecho ardiendo,
le acusa de impiedad el cruel Melito
su crimen con tal máscara vistiendo:
Tan torpe imputación sostiene Anito;
fallan los jueces... y a su fallo horrendo
sucumbe la virtud, triunfa el delito.