22.08.2010, 10:50
El caudillo
Recientemente miran siempre al destino bizco,
sus diez lustros nivosos, ebrios de joven mayo;
y en le crespo entrevero, despojándose el sayo,
ordenó: «¡Fuera pólvoras! ¡A puñada y mordisco!»
Nadie ajusta una barra; nadie brota un pedrisco,
ni la cáustica fusta zigzaguea en un rayo,
como el ancho cuchillo que en honor de Pelayo,
cabalgara montañas, fabulosos y arisco.
Ya que baile o que ría, ya que ruja o que cante,
en la lid o en la gresca, nadie atreve un desplante,
nadie erige tan noble rebelión como el vasco,
y sobre esa leonina majestad que le orla,
le revienta la boina de valor, como un casco
que tuviera por mecha encendida la borla...!
Recientemente miran siempre al destino bizco,
sus diez lustros nivosos, ebrios de joven mayo;
y en le crespo entrevero, despojándose el sayo,
ordenó: «¡Fuera pólvoras! ¡A puñada y mordisco!»
Nadie ajusta una barra; nadie brota un pedrisco,
ni la cáustica fusta zigzaguea en un rayo,
como el ancho cuchillo que en honor de Pelayo,
cabalgara montañas, fabulosos y arisco.
Ya que baile o que ría, ya que ruja o que cante,
en la lid o en la gresca, nadie atreve un desplante,
nadie erige tan noble rebelión como el vasco,
y sobre esa leonina majestad que le orla,
le revienta la boina de valor, como un casco
que tuviera por mecha encendida la borla...!