18.08.2010, 09:28
JUAN MELÉNDEZ VALDÉS.
(1774-1817)
EL DESPECHO.
Los ojos tristes, de llorar cansados,
alzando al cielo, su inclemencia imploro;
mas vuelven luego al encendido lloro,
que el grave peso no los sufre alzados.
Mil dolorosos ayes desdeñados
son ¡ay! tras esto de la luz que adoro;
y ni me alivia el día, ni mejoro
con la callada noche mis cuidados.
Huyo a la soledad, y va conmigo
oculto el mal, y nada me recrea;
en la ciudad en lágrimas me anego;
aborrezco mi ser, y aunque maldigo
la vida, temo que la muerte aún sea
remedio débil para tanto fuego.
(1774-1817)
EL DESPECHO.
Los ojos tristes, de llorar cansados,
alzando al cielo, su inclemencia imploro;
mas vuelven luego al encendido lloro,
que el grave peso no los sufre alzados.
Mil dolorosos ayes desdeñados
son ¡ay! tras esto de la luz que adoro;
y ni me alivia el día, ni mejoro
con la callada noche mis cuidados.
Huyo a la soledad, y va conmigo
oculto el mal, y nada me recrea;
en la ciudad en lágrimas me anego;
aborrezco mi ser, y aunque maldigo
la vida, temo que la muerte aún sea
remedio débil para tanto fuego.