21.08.2010, 12:43
Terriblemente pálida a tu lecho
te llevé... y vi, por la hemorragia rojos
tus labios mustios; tus abiertos ojos
grandes y ascuosos, fijos en el techo.
Te entrelacé las manos sobre el pecho,
y tus miembros, aún tibios y flojos,
palpé aturdido... y ante tus despojos
permanecí, de un hálito en acecho.
Fue lentamente congelando el frío
tus facciones augustas y serenas;
quedó tu cuerpo rígido y... vacío;
porque bajo tu carne de azucenas,
también huyó con el sangriento río,
hasta el azul del cauce de tus venas.
te llevé... y vi, por la hemorragia rojos
tus labios mustios; tus abiertos ojos
grandes y ascuosos, fijos en el techo.
Te entrelacé las manos sobre el pecho,
y tus miembros, aún tibios y flojos,
palpé aturdido... y ante tus despojos
permanecí, de un hálito en acecho.
Fue lentamente congelando el frío
tus facciones augustas y serenas;
quedó tu cuerpo rígido y... vacío;
porque bajo tu carne de azucenas,
también huyó con el sangriento río,
hasta el azul del cauce de tus venas.