28.08.2010, 17:30
García, Armando D.
Cuba. 1895 - 1918
Lucha
Loa brotes tienen vida; gallardamente erguidos
elevan el penacho de su florecimiento,
y mueven de sus pomas los cálices henchidos
a la caricia artera de traicionero viento.
Y un día en que el Zodíaco marca el inevitable
cambio de la magnánima bondad de la estación,
se inician las tristezas de un duelo irremediable
y en cada espiga tiembla también un corazón.
Y hay raros crujimientos de tallos destrozados;
los cármenes se mecen y son hasta arrancados
del tallo que inclinado se humilla ante el rigor.
Y empieza la zozobra fatal de lo imprevisto
y tiene cada árbol como un divino Cristo
su inevitable y triste calvario de dolor.
Cuba. 1895 - 1918
Lucha
Loa brotes tienen vida; gallardamente erguidos
elevan el penacho de su florecimiento,
y mueven de sus pomas los cálices henchidos
a la caricia artera de traicionero viento.
Y un día en que el Zodíaco marca el inevitable
cambio de la magnánima bondad de la estación,
se inician las tristezas de un duelo irremediable
y en cada espiga tiembla también un corazón.
Y hay raros crujimientos de tallos destrozados;
los cármenes se mecen y son hasta arrancados
del tallo que inclinado se humilla ante el rigor.
Y empieza la zozobra fatal de lo imprevisto
y tiene cada árbol como un divino Cristo
su inevitable y triste calvario de dolor.