12.09.2010, 14:49
El Padre Eterno
Quisiera ser tan recto, Padre mío,
de virtud tan profunda y acendrada,
que a servirte y honrarte consagrada,
mi vida te rindiese el albedrío.
¿Qué es, ¡ay!, la libertad en el vacío
del abismo insondable de la nada?...
Mas me place que oriente mi jornada
la dulce esclavitud del bien que ansío.
Sométeme a tu arbitrio soberano;
dame, Señor, tu inspiración constante,
y yo bendeciré la excelsa mano
que dirija mi paso vacilante:
no fue nunca la brújula tirano,
sino guía y sostén del navegante.
Quisiera ser tan recto, Padre mío,
de virtud tan profunda y acendrada,
que a servirte y honrarte consagrada,
mi vida te rindiese el albedrío.
¿Qué es, ¡ay!, la libertad en el vacío
del abismo insondable de la nada?...
Mas me place que oriente mi jornada
la dulce esclavitud del bien que ansío.
Sométeme a tu arbitrio soberano;
dame, Señor, tu inspiración constante,
y yo bendeciré la excelsa mano
que dirija mi paso vacilante:
no fue nunca la brújula tirano,
sino guía y sostén del navegante.