12.09.2010, 14:50
Mi pequeñez
Dondequiera, Señor, miro tu mano
que me ampara benévola y me guía:
sin tu fecunda protección sería
mi anhelo estéril y mi esfuerzo en vano.
Bajando de las cumbres hasta el llano
como el alud que la tormenta envía,
juguete de los vientos rodaría,
privado de tu auxilio soberano...
Mas ya a inquietarme y confundirme empieza
esa tenaz abrumadora duda:
¿merece el pecador que tu grandeza
a remediar su pequeñez acuda,
y te apiades, Señor, de su flaqueza
y solícito vengas en su ayuda?...
Dondequiera, Señor, miro tu mano
que me ampara benévola y me guía:
sin tu fecunda protección sería
mi anhelo estéril y mi esfuerzo en vano.
Bajando de las cumbres hasta el llano
como el alud que la tormenta envía,
juguete de los vientos rodaría,
privado de tu auxilio soberano...
Mas ya a inquietarme y confundirme empieza
esa tenaz abrumadora duda:
¿merece el pecador que tu grandeza
a remediar su pequeñez acuda,
y te apiades, Señor, de su flaqueza
y solícito vengas en su ayuda?...