12.09.2010, 14:51
La adoración de la Cruz
Te adoro, ¡oh Dios!, ante la Cruz te adoro,
y a tu bondad mi perversión someto:
tu amor invoco, tu poder respeto,
tu gloria ensalzo... ¡y mi perdón imploro!
Vibre tu verbo plácido y sonoro
en mi turbado corazón inquieto,
rebelde al torpe, abrumador secreto
de mis culpas sin fin, que triste lloro.
Sé el Dios de la piedad. Padre clemente,
propicio siempre a redimir las faltas
del hijo pecador o delincuente...
¡Tú, que desde las cúspides más altas
calmas el mar, serenas el ambiente,
el sol enciendes y la tierra esmaltas!...
Te adoro, ¡oh Dios!, ante la Cruz te adoro,
y a tu bondad mi perversión someto:
tu amor invoco, tu poder respeto,
tu gloria ensalzo... ¡y mi perdón imploro!
Vibre tu verbo plácido y sonoro
en mi turbado corazón inquieto,
rebelde al torpe, abrumador secreto
de mis culpas sin fin, que triste lloro.
Sé el Dios de la piedad. Padre clemente,
propicio siempre a redimir las faltas
del hijo pecador o delincuente...
¡Tú, que desde las cúspides más altas
calmas el mar, serenas el ambiente,
el sol enciendes y la tierra esmaltas!...