12.09.2010, 14:55
La suprema grandeza
Por qué has de consentir la culpa impía,
que te ofende, Señor, y tu ley santa
con orgullo satánico quebranta,
en perenne y odiosa rebeldía?...
Quizá por redimir el alma mía
tu piedad a mis yerros se adelanta,
pues tu mano a los míseros levanta
y en el dolor consagras la alegría.
En pos del huracán y la tormenta
el sol con mayor brillo resplandece...
Así tu amor mi confusión ahuyenta,
y radiante mi duda desvanece:
que también tras la culpa, que te afrenta,
erigiste el perdón, que te engrandece.
Por qué has de consentir la culpa impía,
que te ofende, Señor, y tu ley santa
con orgullo satánico quebranta,
en perenne y odiosa rebeldía?...
Quizá por redimir el alma mía
tu piedad a mis yerros se adelanta,
pues tu mano a los míseros levanta
y en el dolor consagras la alegría.
En pos del huracán y la tormenta
el sol con mayor brillo resplandece...
Así tu amor mi confusión ahuyenta,
y radiante mi duda desvanece:
que también tras la culpa, que te afrenta,
erigiste el perdón, que te engrandece.