12.09.2010, 15:35
El balandro
¡Adiós! -Me dijo con alegre acento
al abordar la nave empavesada,
que, suelta el ancla, de la mar rizada
hendió las olas a merced del viento.
Esmaltado el azul del firmamento,
la aurora, de fulgores coronada,
bañada en luz la vela, desplegada
cual bandera, ante Dios, del parlamento.
Y murmuré confuso y anhelante,
viéndole trasponer la lejanía:
-¡No abandones, Señor, al navegante
que en tu poder y en tu piedad confía;
de la furiosa tempestad, triunfante
vuélvele al puerto al declinar el día!...
¡Adiós! -Me dijo con alegre acento
al abordar la nave empavesada,
que, suelta el ancla, de la mar rizada
hendió las olas a merced del viento.
Esmaltado el azul del firmamento,
la aurora, de fulgores coronada,
bañada en luz la vela, desplegada
cual bandera, ante Dios, del parlamento.
Y murmuré confuso y anhelante,
viéndole trasponer la lejanía:
-¡No abandones, Señor, al navegante
que en tu poder y en tu piedad confía;
de la furiosa tempestad, triunfante
vuélvele al puerto al declinar el día!...