22.10.2010, 10:02
Val, Mariano Miguel de
Spanien
Ayer
Haciendo de mi alma señor a mi albedrío,
sin aguardar la calma del monstruo soberano,
mi instinto aventurero me lanzó al océano,
timonel y remero de mi débil navío.
Atrás dejé los dones del fácil señorío,
los pálidos blasones de mi orgullo lejano,
la espléndidas dicha del porvenir temprano...
todo por la divina ilusión de ser mío.
Confiado en mi suerte, bogué sin rumbo y solo,
aunque inexperto, fuerte, por mi fe y esperanza,
pues para mí todo era azul de polo a polo.
Y en mi triunfal carrera, de luz y de alegría,
o en los duros rigores de la peor andanza,
siempre ósculos y flores brotó mi poesía.
Spanien
Ayer
Haciendo de mi alma señor a mi albedrío,
sin aguardar la calma del monstruo soberano,
mi instinto aventurero me lanzó al océano,
timonel y remero de mi débil navío.
Atrás dejé los dones del fácil señorío,
los pálidos blasones de mi orgullo lejano,
la espléndidas dicha del porvenir temprano...
todo por la divina ilusión de ser mío.
Confiado en mi suerte, bogué sin rumbo y solo,
aunque inexperto, fuerte, por mi fe y esperanza,
pues para mí todo era azul de polo a polo.
Y en mi triunfal carrera, de luz y de alegría,
o en los duros rigores de la peor andanza,
siempre ósculos y flores brotó mi poesía.